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Facultad de Comunicación Social, Humanidades y Artes

El universo investigativo de Solón Calero

Perfil de un catedrático de la Comunicación Social que le ha aportado a la Autónoma de Occidente investigaciones sobre relaciones de poder, alimentación, imaginarios mediáticos, corporalidad, entre otros temas.

Solón Calero recuerda felizmente que durante las décadas de los 60 y 70 a Tuluá todo llegaba tarde en los tiempos de su infancia y adolescencia. Gracias al ritmo de vida que en ese entonces gobernaba los gustos y costumbres de aquella ciudad vallecaucana, pudo interesarse con la grandeza de músicos, pensadores y poetas de otras épocas, antes de deleitarse con formas de expresión más modernas.

Nació en Palmira, pero cuando tenía tres meses su familia lo llevó a vivir a tierras tulueñas. Su niñez estuvo marcada por las marrullerías de la religión, las historias de la violencia bipartidista y los juegos de barrio, de calle y paseos de río. Pasó esos años infantiles entre ritmos cubanos, andinos, bambucos y pasillos, que eran los predilectos de sus mayores.

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Estudió la primaria y el bachillerato en el Colegio Salesiano de Tuluá, donde los sacerdotes de esa congregación impartían conocimiento canónico y disciplina corporal, de moldeamiento Cristiano y militar. Sin embargo, ahí conoció a Héctor Marino Cabrera, un profesor y poeta de sus últimos grados escolares que dejó una huella profunda en su rumbo intelectual.

“Hector Marino, sigilosamente, nos presentó a los llamados filósofos de ‘la sospecha’: Marx, Nietzsche y Freud. Los tres constituían un referente para mirar críticamente todo lo que habíamos aprendido hasta el momento. Era importante que entendiéramos el sistema de producción que nos regía con sus inequidades, el orden moral judeo-cristiano que nos fustigaba, y lo más hondo de nuestro subconsciente para comprender la estructura represiva de la sexualidad construida culturalmente”, comenta Calero.

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Luego se enteraría, por la influencia de amigos irreverentes, de la existencia de The Beatles, The Rolling Stones, Pink Floyd y Andrés Caicedo. Independientemente de si lo moderno o lo de antaño predominaba en sus gustos artísticos, Solón Calero siempre se sintió arropado en un ambiente que favorecía las discusiones políticas y filosóficas con altura, y el disfrute de las manifestaciones más creativas de su entorno.

Solon_Familia“Todos los domingos en la mañana leíamos en voz alta con mi padre, mi mamá y mis hermanas. Antes de irnos para el cine, antes de almorzar, el ejercicio era leer. Nos rotábamos las columnas de los periódicos o a veces leíamos poesía. Así que digamos que la formación humanista y de preguntas sobre la vida se inicia más bien en la infancia, en mi casa”.

De su padre, José Solón Calero, un apasionado por la filosofía, la filología y la literatura, viajero empedernido y egresado de la Universidad de Antioquia, heredó la curiosidad por las letras y por la historia del pensamiento. Otro legado de su papá fue ese espíritu crítico, de constante cuestionamiento y de relectura de los hechos que les ha inculcado a sus estudiantes en la Autónoma de Occidente.

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“De mi mamá, Beatriz Cruz, recuerdo la cocina, la casa, las matas. El tema con mi madre tiene que ver con el interior, con el útero, con la culinaria, con el cuidado, con mis hermanas, con una tía y una abuela. No es solamente mi mamá, es una historia familiar con mujeres: un hombre rodeado de 7 mujeres”, comenta el profesor de la facultad de Comunicación Social.

Aventuras del conocimiento

Al terminar el bachillerato en el año 1977, Solón Calero decidió que estudiaría Comunicación Social: “Es una decisión que tomo como dos años antes porque en esos momentos mi concepción de la comunicación está muy arraigada sobre todo a la radio y a la prensa. A los 15 años dije: ‘Me gustaría escribir en un periódico y hacer programas de radio’. Y por eso elijo la carrera”. Al salir del colegio una prima me aconsejó que la acompañara a México, donde podíamos iniciar estudios universitarios.

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“Mi formación académica se inicia allí. Formación de corte tecnológica, con énfasis en cine, radio, televisión, pero con la fortuna que al Instituto Latinoamericano de la Comunicación Educativa, ILCE ,llegan a trabajar profesores exiliados del Cono Sur, que huían de las dictaduras militares de los años 70, cuya conocimiento y trayectoria en las ciencias sociales era bastante sólido. Esto permitió que comprendiéramos que la formación tecnológica en comunicación, no podía estar desligada de un aprendizaje permanente de la historia, la política, las humanidades y otros saberes. La instrumentalización de la comunicación no era bien vista.”

También cursó simultáneamente la carrera de Economía en la Universidad Nacional de México. Tiempo después viajó a los Estados Unidos para completar su pregrado de Comunicación y una maestría en esa misma área, en la Universidad Estatal de San José, en California.

“Mientras estuve en EE.UU. en los años 80 y 90, trabajaba, como suelen hacer muchos emigrantes, en restaurantes, en la cocina. Cociné por mucho tiempo en dos estados: Massachusetts y California, para pagarme mi maestría y mis cosas. Ahí hay otra historia muy importante que va a marcar mi vida, que es la cocina.

“Además de ser profe, soy cocinero —confiesa Solón—. Eso se ha reflejado un poco en mi producción intelectual reciente. La cocina es un tema que tiene que ver con mi historia de vida, con mi casa y con mi vida cotidiana. La producción de comida y la comensalidad son experiencias sociales que determinan nuestra identidad y el gusto por el sabor del mundo”.

Regreso al origen

Federico Varona, un profesor de la Universidad Estatal de San José, a quien Solón Calero considera una de las personas influyentes en su vida, lo contactó con Álvaro Rojas Guzmán, decano de la facultad de Comunicación Social de la Autónoma de Occidente. Rojas le habló a Solón de la oportunidad de vincularse a la Universidad y él aceptó. “Quise regresar al ombligo, volver a ver a mi gente, a mi padre y mis hermanas”, explica el docente oriundo de Tuluá.

“Llegué en el 98 a la nueva sede de la Autónoma de Occidente e inicié un curso en la especialización en Comunicación Organizacional sobre cultura organizacional. Yo venía asustado, pues había tomado cursos de Comunicación Organizacional pero mi fuerte era la Comunicación Intercultural. Allí estaba mi ejercicio pedagógico y, además, traía toda mi literatura en inglés, mis libros y mis artículos.

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“Me arriesgué y dicté el curso aplicado a las organizaciones. A los 3 meses me vinculé al área de Comunicación, coordinada en aquel entonces por el profesor Juan Manuel Pavía, y trabajé allí en un curso de Comunicación Organizacional II y en otro sobre teoría de medios, que fue Comunicación II”, evoca Solón.

Desde ese año hasta la actualidad, el docente ha participado en investigaciones que enriquecen la historia académica de la Autónoma de Occidente.

Entre 2001 y 2002 intervino por primera vez en un proyecto de investigación de la Universidad, en el cual analizaron la Comunicación Organizacional desde lo que Michel Foucault denominó las relaciones de poder: “Vimos las relaciones de poder en dos organizaciones: la Universidad Nacional de Palmira y la Cruz Roja”.

“Fue un proyecto realizado por un grupo de profesores para entender la Comunicación Organizacional de una manera menos esquemática, no pensada desde el panorama funcionalista del diagnóstico, sino desde una mirada más crítica”, explica Calero.

Posteriormente, se asoció con sus amigos y pares de la Autónoma de Occidente, Juan Manuel Pavía y Carmen Cecilia Rivera, y con estudiantes de la Universidad para investigar la historia y las particularidades culturales de la televisión regional del Valle del Cauca.

“Lo que hicimos fue describir la historia del canal regional Telepacífico, de las programadoras, cómo nacieron, qué pasó en la década del 80, y el papel de la televisión en la descentralización, donde las regiones comenzaron a narrarse a través de la televisión. De este proyecto salió la publicación de un libro que se llama ‘Cartografía Cultural de la televisión en Cali’

“Contamos esa historia y la cartografía fue hasta el 2004, cuando el gerente del canal era el antropólogo Germán Patiño, y el estudio nos sirvió para mirar cómo habían sido las perspectivas gerenciales, en qué dilemas entró la televisión de los años 90 cuando llegan RCN y Caracol, qué pasa con la torta publicitaria, cuál fue el impacto del tránsito de lo análogo a lo digital para la televisión regional que en esos momentos era tan costo y que hizo que muchas programadoras se acabaran. Esa historia narrada desde los actores sociales de Telepacífico y las programadoras”, aclara el profesor Autónomo.

Esta Cartografía fue complementada tres años después con un estudio de audiencias, recepciones, opiniones y usos que hacen los espectadores de Telepacífico de este canal. También de esta investigación se publicó un libro.

Grupo

De izquierda a derecha: Carmen Cecilia Rivera, Juan Manuel Pavía, Santiago Lozano y Solón Calero

Inició luego un doctorado en la Universidad del Valle y mientras lo cursaba se reencontró con el tema de la alimentación: “Fue el momento de incorporar mi historia de vida y lo que yo sé más, que es la cocina en el campo de la comunicación y la educación”.

Planteó un proyecto sobre la alimentación escolar en Colombia. Ahí cuenta en qué años se empezó a comer en las escuelas del país y cuáles son las decisiones jurídicas, políticas que se toman en la década del 40 para que la escuela se vuelva uno de los centros protagónicos de la alimentación.

“En ese mismo estudio me interesa conocer las relaciones que se dan entre los expertos en alimentación, que son los nutricionistas, y las cocineras de los colegios, quienes generalmente han aprendido en sus casas, en las esferas domésticas; qué tensiones se dan cuando un nutricionista que no sabe cocinar le dice a una cocinera que las lentejas ya no tienen que tener papas, sino que hay que extraerlas porque la papa engorda.

“Es un trabajo etnográfico en varias escuelas del país sobre qué aprenden los niños mientras comen en los comedores escolares. Para eso hago un análisis comparativo entre escuelas públicas y privadas. Ese estudio arroja otro libro que se llama ‘Somos lo que comemos, pedagogías sociales y relaciones de conocimiento y corporalidad’”, añade Solón Calero.

En la actualidad, Calero hace parte del Centro de Investigación de la facultad de Comunicación Social: “Este Centro nos ha permitido pensarnos como facultad en los próximos años. Dentro de él hemos planteado un proyecto con la profesora Carmen Cecilia Rivera, que tiene que ver con un tema crítico para el mundo contemporáneo: la soberanía alimentaria en relación con la comunicación.

“Estamos muy motivados, pues nos hallamos en la primera fase para identificar aquellos actores sociales que en la ciudad de Cali y en sus zonas de ladera le están apuntando a la construcción de otro mundo posible, a través de la agroecología. Digamos que este proyecto y el Centro son hoy la apuesta más importante para mi proyecto de vida de la Facultad. Esta necesidad de visitar el entorno desde la academia y leerlo con sensibilidad es importante. Si hay algo importante para Solón Calero es el momento actual y su trabajo de investigación”, confiesa.

Solón Calero, padre, familiar y amigo

“Solon Calero es para mí una persona espectacular. Lo conocí en una etapa de inmadurez, pero lo recuerdo como un hombre brillante, con humor —aunque a veces humor negro (risas)— sigiloso, con gustos exquisitos, extrovertido y, sobre todo, con muchos análisis profundos e interesantes. Él es un hombre chévere, muy humano y muy analítico”. Analida Calero, prima.

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De izquierda a derecha: María Claudia Calero, Carmenza Calero, Raquel Calero, Ángela Calero y Solón Calero.

“Solón es varias cosas: un amigo, un consejero, un colega, un maestro, el hijo de don Solón Calero, que es un personaje que quiero mucho, que es una especie de papá putativo. El hermano de Carmenza, Angelita y del resto de chicas. El papá de Samuel.

“Ha trabajado conmigo en la organización del área, en la consolidación del grupo junto con Carmen Cecilia, en la construcción del Centro de Investigación. Desde el inicio, Calero estuvo con nosotros camellando hombro a hombro en un proyecto que fue el Seminario Pedagógico, de donde surgió buena parte la estructura del programa de Comunicación Social-Periodismo. Hemos trabajado en muchas cosas.

“Aprecio de Solón el amigo. Alguien que no le exige a uno más de lo que le puede exigir un amigo. Es alguien que acompaña, que aporta, regala, está ahí pendiente, presente, aunque no esté físicamente. Es un amigo más que un colega. Me ha dado consejos importantes, me ha acompañado en los momentos difíciles y buenos”, Juan Manuel Pavía, docente e investigador de la facultad de Comunicación Social de la Autónoma de Occidente.

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