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El poder del storytelling

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Ismael Cardozo Rivera, es egresado Autónomo del programa de Comunicación Social – Periodismo, magíster en Dirección y Gestión de Instituciones Educativas de la Universidad Regiomontana y doctor en Comunicación, Ocio y Cultura para el Desarrollo Humano, de la Universidad de Deusto. Cuenta con publicaciones y ponencias nacionales e internacionales, un premio Alfonso Bonilla Aragón en la categoría de Cultura Ciudadana, un reconocimiento del Crown International Film Festival, una nominación a los premios India Catalina en la categoría de Mejor Producción Universitaria y selecciones oficiales en los festivales Finnof  de Argentina y Ficma de México.

Tiene más de 17 años de experiencia en los campo audiovisual y sonoro y en narrativas digitales, en donde ha ejercido roles que van desde la realización y producción integral, hasta la posproducción, la locución, la enseñanza y la investigación, siendo investigador junior de Colciencias.

Se ha desempeñado como docente universitario en cursos de video digital, producción audiovisual, podcasting, fotografía, estrategias y producción de audio; desde el año 2017 es la voz oficial del Banco W y actualmente es el director del programa de Narrativas y Entretenimiento Digital de la Universidad Autónoma de Occidente.

Puedes conocer más de Ismael en su página web.

Hoy, nuestro egresado comparte con la comunidad de egresados UAO, un texto que habla de las historias o del storytelling:

Cuando desperté, las historias todavía estaban allí. Con este guiño al microrrelato El Dinosaurio de Augusto Monterroso, considerado el cuento más corto de la historia, quise empezar este pequeño texto sobre ellas: las historias o el storytelling, como se le conoce en otros contextos. Y es que, para el ser humano, lo pasado, lo inexplicable, lo admirable, lo predicable y hasta lo entretenido pasa por el poder de la palabra… Por lo atractivo, cautivante y envolvente de una buena historia. Es un hecho: como seres humanos nos encantan las historias.

A través de relatos, fábulas, leyendas y narraciones, las civilizaciones han transmitido conocimiento, valores y experiencias de generación en generación. A través de los cuentos populares, mitos y parábolas, las sociedades han transmitido sus principios morales y lecciones éticas. Estos relatos no solo informan sobre lo que está bien o mal, sino que también proporcionan un contexto para comprender el significado más profundo de nuestras acciones.

En un mundo en constante cambio, las historias nos proporcionan un anclaje en la moralidad y la ética. A través de personajes que enfrentan desafíos y crisis, los individuos pueden encontrar espejos en los que reflejarse. Las historias ayudan a explorar preguntas fundamentales sobre quiénes somos y cuál es nuestro propósito en la vida. Además, las narrativas culturales nos conectan con nuestras raíces, preservando la herencia y la tradición.

Desde que nos reuníamos alrededor del fuego para contar lo que sucedía en el día a día, pasando por las grandes odiseas míticas que buscaban comprender fenómenos hasta ese momento inexplicables, por las fábulas donde personajes como Esopo nos dejaban enseñanzas aún aplicables hoy día, por las historias ajenas que escuchamos en otras mesas de restaurantes o bares y terminando por aquellas grandes sagas y universos transmediales de superhéroes, magos, jedi, neos, boxeadores, máquinas y hasta maestros del volante, lo admitamos o no, las historias siempre han marcado nuestra esencia humana. Y ni hablar de lo que hoy en día sucede en redes sociales, pues no hay mejor título que Stories para aquellas adictivas publicaciones en Instagram.

Ahora, si nos encantan tanto, si científicamente está comprobado que nuestro cerebro está diseñado para asimilar mejor la información si nos la cuentan, pues “de todos los estímulos que recibimos, nuestro cerebro destaca el que contiene un patrón narrativo”… ¿Por qué no sacarle más provecho en el campo profesional?

Por supuesto que esta pregunta no toma en cuenta el mundo del entretenimiento, el cual alrededor de las historias para consolas, parques de diversiones, escenarios, pantallas grandes y chicas, sí que le ha sacado jugo a nuestra disposición para escuchar historias, al crear un mercado de miles y miles de billones de dólares, aunque en Colombia estamos en deuda de tomarnos en serio el entretenimiento y su potencial de desarrollo económico.

Pues bien, la verdad es que consciente o inconscientemente, son muchos los campos que le sacan provecho a las historias. En la publicidad, por ejemplo, basta solo con recordar los comerciales que más nos gustan o que más disfrutamos y son precisamente aquellos que nos cuentan algo. Esos que no hablan del producto, sino que nos enganchan con una historia que, si nos genera emoción, la que sea: alegría, ternura, empatía, esperanza entre otras, hace que recordemos y hasta queramos a esa marca. Las campañas publicitarias que incorporan narrativas convincentes tienen el poder de no solo vender productos, sino también de forjar una lealtad a largo plazo hacia una marca.

Ismael Cardozo Rivera, egresado de Comunicación Social – Periodismo.

En el mundo del emprendimiento se utiliza el poder del storytelling, especialmente en la estrategia para generar engagement en los pitch de presentación. En el periodismo, siempre está la confiable e infalible crónica. En el campo organizacional, las historias son una herramienta estratégica para comunicar la identidad, los valores y la misión de una organización. Incluso, los altos mandos y cargos gerenciales en múltiples campos están utilizando historias para ilustrar desafíos superados y lecciones aprendidas, creando una sensación de comunidad y camaradería entre los empleados. Y sino no lo han hecho, basta con que se lean cualquier libro sobre ser un buen gerente, para darse cuenta que además del ejemplo, las historias son el mejor mecanismo para formar un verdadero equipo.

Las historias están en todo, y en todos, y en esta era digital, altamente conectada en la que vivimos, sí que lo evidenciamos a mayor escala. Nos podemos pasar horas y horas scrolliando con los stories, no solo de nuestros amigos sino de aquellos a quienes por X o Y motivo seguimos en nuestras distintas redes. Y ellos sí que saben utilizar el poder de las historias para atraer y enganchar a sus seguidores. De ahí que su mejor denominación sea la de creadores de contenido, pues su fuerte no debería ser la búsqueda de ser influenciadores sociales, sino la de construir historias lo suficientemente atractivas como para conectar con algún propósito: la promoción de una marca, la creación de conciencia ciudadana, el aporte educativo, hasta el complejo y simple arte de entretener.

Ahora, está claro que el storytelling no solo entretiene, sino que también desafía nuestras perspectivas y nos invita a contemplar la condición humana desde diferentes ángulos. Que su poder trasciende las barreras del tiempo y el espacio, conectando a personas de diferentes culturas y generaciones. Nos enseñan, nos desafían, nos consuelan y nos inspiran. En un mundo inundado de información instantánea, las historias perduran como recordatorios atemporales de nuestra humanidad compartida y del potencial ilimitado de la imaginación humana.

Por eso, hoy en día el storytelling no debería pensarse como una técnica, sino como un ejercicio profesional que influye en cómo percibimos y comprendemos el mundo que nos rodea, pues las narrativas no solo entretienen, sino que también transforman, conectan y moldean la forma en que vivimos, consumimos y compartimos experiencias.

El poder de contar historias va más allá de la mera comunicación; es un vehículo que cautiva audiencias, crea conexiones emocionales y hasta deja una impresión duradera en la psique humana. Por ello, resulta tan importante pensar y tener en cuenta el inmenso poder del storytelling al punto de entender lo valioso de pensar en una formación profesional que permita valerse de las narrativas para crear contenidos éticamente responsables que permitan la adopción de valores sociales en determinados públicos, la consolidación de estrategias de branding, la creación de nuevos emprendimientos alrededor del entretenimiento digital, y el fortalecimiento de las industrias culturales nacionales en los campos audiovisual, sonoro, transmedia y de gaming.

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