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Entre el español y el francés: de-construcción de la identidad

Luis Valencia

Luis Valencia Yurgaki se graduó en el 2021 de Comunicación Social – Periodismo en la Universidad Autónoma de Occidente, y su pasión desde muy pequeño ha sido el contar historias a través del dibujo, la música y, sobretodo, de la escritura. A los 13 años publicó su primer texto en una antología nacional, y en el 2022 fue nominado a los premios Afrocolombianos del Año, en la categoría Joven, por su recorrido periodístico contando la violencia y la cultura, y por sus aportes a la calidad de vida de quienes, como él, crecen bajo la protección del Instituto Colombiano del Bienestar Familiar, ICBF. 

Su primera experiencia laboral fue en la Biblioteca Pública del Deporte y la Recreación, ubicada en el estadio Pascual Guerrero, y también escribió crónicas y cuentos de ficción para medios como El País de Cali, El Estornudo en Cuba, entre otros. Puedes leer algunos de sus escritos a continuación:

De Colombia a Francia

Paralelamente, los presidentes de las asociaciones colombo-francesas Jouons Pour un Rêve, Juguemos por un sueño, y Aydenco, Ayuda en Colombia, con quienes Luis tuvo contacto cuando vivía en el ICBF, se interesaron en su proyecto de vida y lo inscribieron, a través de la Alianza Francesa, para continuar sus estudios en París.

Así fue como en mayo de 2022 viajó a la ciudad de la luz, con el propósito de estudiar su lengua, a través de su cultura, historia, literatura y arte, sin saber que esto le iba a generar una nueva identidad, dividida y atomizada por dos idiomas y dos formas de pensar, lo que le ha estimulado su mente y ha aportado a su proceso de contar historias.

Para quienes tienen afición por la literatura o las letras, los idiomas son cruciales y expanden la mente hacia nuevas formas de pensar y sentir”, comenta Luis.

Sus estudios de francés los está realizando en la Université Sorbonne Nouvelle, y cuando domine el idioma, planea hacer un máster en Literatura General y Comparada, en esta misma institución.

A un año de estar viviendo y estudiando en este país, Luis comenzó a compartir su proceso de aprendizaje de este segundo idioma, a través de videos realizados a manera de diario, que sube en su cuenta de Instagram @luisenfrancais:

Nuestro egresado también quiere compartir la siguiente reflexión que ha escrito en torno al idioma:

Hoy estoy cumpliendo un año en Francia, y he desbloqueado algunos poderes chéveres, melitos.

Ahora pienso en dos idiomas, por ejemplo. La gente no se explica cómo le he agarrado el tiro a esto en un año, «y hasta tiene el gesto y todo”, dicen por ahí de vez en cuando.

En todo caso, quiero decir que este año algunas cosas han cobrado un sentido particular en materia de lenguaje e identidad. La lengua es nuestra cédula, digo. Es que me he aproximado al latín, sin querer, y ahora entiendo el por qué no de las traducciones al pie de la letra. Antes, no creía tan importantes verbos como hacer, el cual se ha transfigurado para mí y ahora me parece natural pensar en hacer bicicleta, no montar, o hacerse robar, no simplemente ser robado (aunque sigo en desacuerdo con que en francés sea siempre uno el culpable de ser robado); hacer mal o bien, no sólo herir o sanar. Hacer cocina, hacer música, hacer la loza, hacer la cama y, no te da miedo, te hace miedo algo, así como no te da risa, te hace risa algo. Lo más bello de todo, hasta ahora, es el haber descubierto que en francés no tengo pesadillas, sino que hago pesadillas.

También palabras como ensamblar, que antes veía tan metálica, ahora me conduce a juntos, que es lo más; y, ante la ausencia de un te quiero, porque en francés solo existe el te amo, he aprendido a conservar más el sentir, a retenerlo para luego botarlo en un abrazo, en una sonrisa. Eso se siente bien, quiero decir, el no tener que servirse de tanta palabrería para demostrar lo que sientes. Tener solo el te amo te hace ser selectivo con los cercanos, y dificulta el juego del amor.

Por otro lado, he solucionado ciertas cosas en mi español, hablo del grado sentimental. Este idioma te hace fuerte, no insensible. La gente se dice no, y nada pasa. Pero algo no me gusta, y es que sea más feo el llegar tarde que el no llegar. En español llegar tarde es mejor que nunca, y en francés llegar tarde es peor que nunca llegar. Quizás me hago entender. A veces en francés la gente no llega, y eso a mí en español me enoja mucho, porque prefiero la espera, aunque no me guste, la elijo para hacer posible el vernos.

También, me han reconstruido y mejorado muchas ideas gracias a la lengua francesa, siempre poética, ordenada, tan ligada al accionar que te hace meticuloso. Frases en alejandrinas, publicidad poética en los metros y camiones de la calle. Cosas como las sirenas no existen, pero la basura sí. Me gusta eso.

Ahora bien, las vainas de honda carga en mi lengua materna, las he visto caerse debilitadas cual sinsentido al traducirlas. Y las más simples se alzan con un peso sin igual. Por ejemplo, el verbo amanecer en español, que es intransitivo y que puede significar la salida del sol, pero también pasar la noche en vela, no existe en francés. Me di cuenta que, en español, cuando te pregunto ¿cómo amaneciste?, estoy aceptando que tu sol es diferente al mío. Quizá para ti no haya sol, pues amaneciste de noche. Por otra parte, el humor hispano, el segundo grado, cosa tan diferente en francés.

No quiero aburrirlos, en últimas, yo he aceptado todo y no me enfrenté a un idioma y su historia, porque no sé puede. Yo me dejé llevar, acepté y ahora, un año después, puedo decir que he hecho lo mismo que desde pequeño en mi país, en mi ciudad, solo que ahora soy consciente de que me atrae esto de escuchar: coleccionar expresiones, palabras que se me parecen o que creo pueden identificarme, me siento rico de formas, de literatura que se respira y, por sobre todas las cosas, de hablar el español de mi Valle y de mi país, pero también me enamora la diversidad de nuestra lengua, como cuando mi amiga de República Dominicana me dice que prenda el abanico, señalando el ventilador. En fin, los dejo quietos ya, estoy cumpliendo un año en Francia y ça fait du bien ça, en español: y eso se siente bien.

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